Casa de ángeles, trampa para pájaros.
Lo que hoy escribo y comparto, me sucedió a eso de marzo del año 2018. Sucedió en un pueblo de Soria de un día normal, a primera hora de la mañana. Lo escribo y lo comparto porque fue para mí un shock, y porque entiendo que otras personas podrán y querrán participar de ello.
Nos juntábamos una serie de personas, relacionadas con el mundo de la construcción, en este pueblo del páramo soriano, para preparar unas jornadas sobre bio-construcción durante el verano del año 2018.
Llegué el primero, así que llamé al alcalde del pueblo y me propuso visitar la Iglesia para hacer tiempo. Es uno de los atractivos oficiales del pueblo y estábamos al lado de la misma. Encantado y agradecido, accedí a su propuesta.
En la nave de la iglesia no faltan representaciones de todo tipo de seres alados angelicales, y espiritualmente elevados. “No me llama tanto la atención. Vamos a la torre! Ahí es donde está el paisaje!!”.
En la torre, como en todas las torres de las iglesias, es fácil encontrarse: mucha palomina amontonándose y anulando los escalones, cuerpos de palomas muertas pudriéndose sin beneficio de un bello ecosistema, otros pájaros en descomposición… nada que no haya visto ya decenas de veces, en decenas de torres de decenas de iglesias o en decenas de cubiertas de decenas de edificios.
Sin embargo algo, un poquito diferente a lo que había visto hasta entonces, me sacó un “click” de la cabeza. Algo que, dentro de mi mente, encajó en su perfecto sitio. Sucedió al ver el cuerpo de un halcón peregrino que, en proceso de putrefacción, se encontraba en el suelo, frente al acceso al bajo cubierta.
Normalmente despreciamos a las palomas y a otras aves pequeñas. De hecho a la persona media le resulta mucho más difícil diferenciar un pájaro que un refresco o un teléfono móvil. Por eso, seguramente, no lo vi desde el principio. Pero aquí tenía delante de mis ojos a un verdadero dios del cielo pudriéndose, lejos de ecosistema y para beneficio general, en la triste y miserable trampa pétrea que los humanos, ignorantes, habían construido hacía siglos.
¿Qué sucede aquí? ¿Qué problema tenemos los humanos?
Vivimos a menudo en la irrealidad, y por eso nuestros sueños más bellos, tarde o temprano se convierten en pesadillas. Nos hemos dedicado durante siglos, milenios incluso, a representar seres angelicales y alados en los edificios más notables de nuestros pueblos; y no somos capaces de ver que las bellísimas aves reales, seres alados reales de los cuales dependen los ecosistemas reales del mundo real que no vemos a nuestro alrededor… quedan atrapados y mueren por cientos de millones en todos los campanarios y en muchísimos de nuestros tejados. No es tan dificil construir o rehabilitar en condiciones. Podrían al menos poner mallas metálicas en los huecos vacíos para evitar millones de muertes de bellísimas aves.
Ahora que la vida salvaje en el planeta cae en picado, ahora que los ecosistemas colapsan por la utilización de productos químicos en explotaciones industriales, animales y vegetales; ahora que las abejas, claves para los ecosistemas, se debilitan y mueren en miles de millones; ahora que mediante radiación preparamos la enesima invasión de todo un planeta sin ninguna garantía de seguridad para la salud de animales o plantas… abriremos los ojos?… ninguna persona racional contaría con ello.
Las personas tenemos la solución a todos nuestros problemas delante de nuestros ojos, pero nunca la veremos si simplemente los tenemos cerrados. Preferimos nuestros sueños, deseos, ilusiones, ideas, felicidades… prejuicios y más prejuicios. Elegimos cualquier cosa antes que la perfecta y bellísima realidad del mundo que nos rodea.
José Antonio Santos Pérez