Orear
Orear es una palabra que utilizaban nuestros abuelos y que encierra una gran sabiduría. Orear es, al mismo tiempo “airear”, “conservar” y “sanear” pues -aunque nuestra mente las separe- la realidad tras estas palabras es la misma. A esta realidad, además, frecuentemente se le suma la acción desinfectante del sol, porque a menudo las cosas se oreaban al aire libre o en galerías soleadas también llamadas “solanas”.
En nuestro día a día, las aplicaciones que tiene el aire por secado son ya innumerables: desde la libre respiración (con saneado de nuestros pulmones) y el saneado de nuestra piel en nuestro propio cuerpo; hasta el secado y la conservación de alimentos, nuestra ropa, todas las superficies de nuestras casas, cuberterías, vajillas, etc. Y aún no hemos mencionado enormes ámbitos diversos como son la medicina o la agricultura.
En agricultura, ya hablemos de secano o regadío, el secado es el proceso por el cual se extraen y conservan las semillas en una vasta mayoría de los casos. Cada grano de sal, cada copo de avena que usted come le está contando la misma historia si usted los sabe escuchar.
¿Quién no ha visto una casi infinita diversidad de productos alimenticios colgados del techo, o extendidos en suelos secos, para facilitar su conservación?. Y sabe usted ¿por qué las bandejas plásticas de los supermercados lucen colores vivos tanto tiempo?… por el gas que le insuflan a dichas bandejas. Realmente la cantidad de ejemplos de lo que aquí se afirma, es inconmensurable.
Además las razones de lo aquí afirmado son realmente simples. Secar es sanear porque el agua es puente para la proliferación de bacterias y de hongos, y son precisamente éstos, los agentes que interrumpen el saneado y la conservación de cuanto vemos. El sol desinfecta porque el su radiación evapora rápidamente todos los posibles restos de agua, con lo que mata toda posibilidad de proliferación de bacterias.
Frente a esta profunda y real sabiduría, sin embargo, se extienden las tinieblas de nuestra ignorancia.
· La ignorancia de pensar que los plásticos, que son en realidad productos tóxicos, tienen cualidades higiénicas. Hoy en día incluso nos ponemos en la cara éstos productos tóxicos, aduciendo a supuestas cualidades curativas que atribuimos, supersticiosamente y sin base científica real, a la merma de la calidad en la respiración. El resultado que vamos a obtener, científicamente definido, es la proliferación de problemas respiratorios como neumonías bacterianas. Los plásticos pueden ser muy transparentes, y por ello pueden presentar a la vista de un modo muy vistoso y transparente los contenidos interiores. Sin embargo los agentes conservantes son siempre otros. Los plásticos -como cualquier material impermeable- son susceptibles de crear humedades por condensación y, por tanto, son sucios; son dificilmente destructibles y, por tanto, son contrarios a la vida.
· La ignorancia de pensar que el uso de cementos, que son conocidos creadores de humedades de capilaridad (excelente base por lo tanto para la proliferación de hongos y bacterias), pueden constituir un buen material aglomerante para nuestras viviendas. Los materiales cementados pueden tener grandes virtudes estructurales y su uso puede ser muy interesante en puentes, en cubiertas, o en estructuras. Pero no son una buena solución para los paramentos de las viviendas, y muy especialmente para los paramentos de espacios habitados bajos. Pues aportan y conducen humedades con sales, y generan deterioros rápidos de los acabados y problemas de salud para sus habitantes. Un gran ejemplo de ello, ya tratado con cierto detalle en este blog, es la aplicación de materiales cementados en el patrimonio o en las calles a sus pies. Ésta provoca, por micro-cristalizaciones salinas puenteadas por las humedades, la destrucción del patrimonio arquitectónico de nuestro país a una gran velocidad.
· La ignorancia de diseñar espacios-ratonera, húmedos, con ventanas pequeñas y orientados de un modo absurdo. Debemos dejar que el sol entre en nuestros en el tiempo frío del año. Un buen espacio es un espacio calefactado y saneado por el sol. En otro caso sufriremos nuestra propia ignorancia.
Muy frecuentemente, los problemas de salud que nos aquejan se deben a que habitamos en ciudades y en edificios enfermos. Desde luego, los grandes intereses ampliamente favorecen este proceso de enfermedad monetizada. Pero la realidad muy rara vez coincide con discursos interesados.
Por ejemplo a la luz de estos hechos, usted podrá entender fácilmente por qué:
· hay personas que no se acatarran aunque jueguen en la nieve con camiseta corta, mientras que otras se acatarran estando encerradas en sus casas. La razón, que aquí repito, es simple: y es que en este caso el agente enfermante no es el frío, sino las bacterias que proliferan con la humedad. El espacio cerrado al aire libre secador-sanador es lo que hace proliferar las bacterias. Y muchos de los materiales con los que construimos nuestras viviendas son así.
· hay multitud de elementos naturales como los bosques que expuestas al sol y al aire, forman de hecho enormes y sofisiticadas superficies de intercambio de elementos como el agua, la radiación, etc
Además este conocimiento, si usted tiene el sencillo sueño de construirse una casa sana, le brindan el camino que debe recorrer para cumplir su sueño.
En cualquier caso, a pesar de toda nuestra ignorancia el mundo sigue siendo perfecto, pues:
· nuestro sufrimiento es simplemente la consecuencia de nuestra propia ignorancia,
· cuando sepamos hacer las cosas bien, dejaremos de sufrir las barbaridades que hacemos,
· sufriremos cuanto podamos soportar nuestra propia ignorancia.
Todo está y siempre ha estado, querido lector, en la palma de su mano. Usted decide si quiere vivir en su infierno o en su paraíso. No digo que sea fácil, pues le estoy hablando de un cambio psicológico importante, pero sí digo que es muy posible hacer de éste un sitio sano, feliz y próspero.
Sabremos hacer las cosas bien cuando no queramos violentar el mundo, que es perfecto, y por tanto sepamos aceptar, permitir, y beneficiarnos de que el mundo es, como es. En otras palabras, sabremos vivir cuando sepamos dejar que las cosas se oreen y se trabajen ellas solas.
Todo lo demás: ignorancia, sufrimiento, conflictos, expectativas infundadas, ciencia infundada, insatisfacción crónica… forma parte de las tinieblas.
José Antonio Santos Pérez