Escrito presentado en la estación de tren Segovia-Guiomar
Escrito presentado el día 26 de febrero de 2016 en la Estación de Trenes Segovia-Guiomar:
Soy una persona que hace su vida caminando o en bicicleta y, cuando cojo el coche (a veces lamentablemente hay que cogerlo para hacer recados por lo mal que organizamos nuestras ciudades), aprovecho para hacer todas las cosas que puedo y así no volver a usarlo mientras sea posible.
Es un hecho que esta forma de vida -por llamarla de algún modo- es beneficiosa para los muchos y muy diversos aspectos de la vida en general. Es decir, es beneficioso independientemente de que hablemos de:
– la serenidad de sociedades rurales paleocristianas
– la calidad del urbanismo en megaciudades asiáticas del siglo XXXII
– la salud de los trabajadores industriales del siglo XIX
– la ecología del mundo de hoy
Dicho de otro modo: siempre y en todo lugar ha sido y será más sano (para el cuerpo, la mente y todo lo que nos rodea) caminar que quedarse sentado entre algodones o que viajar en un sofá con ruedas.
Sin embargo me encuentro con que, pese a mi determinación personal y a mi conciencia, mis recursos económicos son empleados en complicarme la vida contra mis propias ideas e intereses. Me encuentro con que en mi ciudad, y se supone que para mi ciudad, se construye una estación de tren en medio de la nada con el incalculable gasto que esto tiene en lo que a dinero, salud, tranquilidad, bienestar, tiempo, energía, recursos, inteligencia, belleza… y un largo etcétera se refiere. Puedo comentar, sin ir más lejos, que Segovia, que es una de las ciudades más pequeñas de España en población y superficie, ya plantea la construcción de tres túneles de alivio de tráfico por los problemas que tiene con el tráfico rodado (en los planes urbanísticos mismos los llaman “by-pass”). ¿Cómo no va a tener problemas de ese tipo con elementos como el que nos ocupa?
Sé que no es casual, nada lo es. Sé que hay intereses detrás. No conozco estos intereses con gran detalle pero sí más del que necesito, porque entiendo perfectamente lo que me rodea: no hay belleza, frescura o razón en los que actúan así; solo miseria, fealdad y podredumbre.
Por mi parte, me cuesta encontrar palabras para explicar lo bochornoso de una situación en la que “Segovia-Guiomar” es un detalle minúsculo. Creo que nunca seré capaz de comprender la mediocridad que hace falta para destruir todo lo que te rodea porque crees ganar algo con el cambio.
En concreto, les informo de que:
– creo que un servicio o gestión como el que describo merece no ser pagado ni utilizado
– me aplico de hoy en adelante esta labor (si tengo que viajar a Valladolid expresamente para no usar la estación de “Guiomar”, pues lo haré).
– si pusieran a mi nombre un edificio con esas características lo consideraría una profunda ofensa, y posiblemente entraría en acciones legales por considerarlo insulto, injuria, daño al honor, etc. Pobre Guiomar, fuera quien fuese; los miserables han hecho de su nombre una bandera.
Les saluda. José Antonio Santos Pérez
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