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Luchando con gigantes

By: arquitecto segovia | 18 Jun 2016

Se dice de Galileo, “padre de la ciencia”, que ahuyentaba los miedos medievales de sus cercanos mediante el uso de la razón. El sabio demostraba que los gigantes que atormentaban a sus vecinos no podían existir. Y lo hacía diciendo que:
· según crecen los cuerpos en tamaño… el peso aumenta con su volumen, es decir, en un orden cúbico; y la resistencia de los huesos aumenta con el área de su sección, es decir, crece en un orden cuadrado,
· el peso, por tanto, aumenta más rápido (por así decirlo) que la resistencia de los huesos que lo soportan,
· lo que supone eso es que nuestro cuerpo no podría crecer indefinidamente siendo estable, ya que llegaría un momento en el que los huesos no serían capaces de soportar el peso del cuerpo.
· de hecho llegaría un momento en el que los huesos no serían capaces de soportar su propio tamaño y todo esto también sucede con el sistema sanguíneo, con el sistema nervioso, el sistema linfático y con todo elemento fundamentado en la comunicación.

Este razonamiento puede sonar lejano, pero es algo que de algún modo todos ya sabemos. Pues una parte de nuestro cerebro, que ha sido conveniente hiperdesarrollada por el cine y la televisión, es capaz de imaginarse lagartijas gigantes, pero otra parte de nuestro cerebro ve perfectamente cómo el enorme volumen de carne de ésta lagartija de 200 metros de alto pesa tanto que convierte a la lagartija en una gran masa sufrientes antes que permitirla levantarse. Dicho de otro modo: vamos a intentar entender el caso nosotros, sin que nadie nos diga lo que pasa, ¿qué pasa con ese brazo de 100 metros de largo?.

Todo tiene su medida. La medida que sea en ocasiones se nos escapará… es posible. Pero hay un equilibrio, hay una medida. Este mismo principio podemos verlo donde quiera que miremos. Podemos verlo:
· en la forma, la naturaleza y el tamaño de los planetas,
· en el comportamiento de las masas sociales,
· ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que una hormiga puede cargar con 10 veces su propio peso? ¿Lo hace por casualidad?. Nada más lejos de la realidad. Simplemente su tamaño, sus formas y sus materiales lo hacen posible.
· ¿Alguien sabe cuál es el ser vivo que más salta en relación a su tamaño? Es una pulga y salta tanto como si una persona pudiera subir a un rascacielos de un salto.

A pesar de la gran importancia de este tema, apenas nos es familiar. Al fin y al cabo vivimos en un mundo industrial. No nos crían para que nos desarrollemos de verdad, nos crían para que funcionemos adecuadamente. Pero no nos es familiar hasta el punto de que sucede cada segundo, delante de nuestros ojos, y no somos capaces de verlo.

El mismo razonamiento que Galileo aplicaba a la existencia de gigantes puede aplicarse con exactitud al transporte en las ciudades (coche, bus, tranvía…) -siendo incluso más restrictivo en este segundo caso-. El razonamiento sería como sigue:
· según crecen las ciudades en tamaño… el tráfico aumenta con el volumen edificado, es decir, en un orden cúbico (a más volumen edificado, más gente, más coches y más tráfico); y la capacidad de las calles de canalizar ese tráfico aumenta con el área de su sección, es decir, crece en un orden cuadrado (e incluso lineal en muchos casos… carril a carril),
· el volumen de tráfico, por tanto, aumenta mucho más rápido (por así decirlo) que la capacidad de las calles de albergarlo,
· lo que supone eso es que las ciudades no pueden crecer indefinidamente siendo estables, ya que llega un momento en el que las calles no son capaces de asumir la cantidad de tráfico sin generar colapsos.
· dicho más claro: las megaciudades no tienen sentido porque más que tener una medida, son la construcción de la desmedida, del absudo, del camino al colapso, etc.

Todo esto sucede sin contar hechos agravantes. Por ejemplo en España es particularmente común que los centros de las ciudades estén vacíos. Lo cual es especialmente nocivo porque: mientras que aquellos que viven en el extra-radio usan inevitablemente un medio de transporte tecnológico y a calles de gran tamaño, las personas que viven en el centro no tienen por qué utilizar un medio de transporte más voluminoso que sus pies ni calles gigantescas.

Por si fuera poco lo que ya se ha planteado, conviene remarcar que el discurso oficial habla de que:
· las megaciudades y de que la tendencia demográfica del mundo es a concentrarse en ciudades más y más grandes
· de la mano de la tecnología, que permite ciertamente ampliar más y más la capacidad de las calles de mover gente por cada unidad de tiempo, las ciudades crecerán sin límite aparente.
Y todo sin que apreciemos el hecho del que hablamos y que las ciudades no son una excepción. Madrid es un buen ejemplo de ello: es un ser infartado en todos sus principales comunicaciones dos veces al día.

Cuando una población crece sin límite aparente lo sano no es que su ciudad crezca sin límite aparente, sino que una parte de esa población funde otra ciudad. Es exactamente lo mismo que sucede con las células: no se hacen más y más grandes sino que se multiplican. ¿Por qué? pues simplemente porque dependen de su propia estabilidad. Las células, en ese sentido, son más inteligentes que muchos de nosotros.

En realidad, si lo piensas fríamente, es evidente que las megaciudades son una anomalía. La realidad es que suponen:
· la sumisión de enormes superficies de terreno y cientos de miles de trabajadores con el único propósito de producir energía, alimentos, materiales… todo ello con una relación lineal de dependencia y estrictas jerarquías de superioridad/inferioridad social
· importantes focos de polución y de consumismo, de estres, de tensión y de falta de cuidado a nosotros y a nuestros seres queridos ¿cómo íbamos a cuidarnos si no tenemos ni tiempo para ello?
· una ruptura del equilibrio entre la sociedad humana y el resto del mundo, aparentemente más vivo que esta primera por cierto,
· un cáncer en cuanto a la desertización ecológica que provocan a su alrededor

No es por casualidad que siempre hayamos vivido dispersos en el territorio, aunque ahora convenga meter a las personas en sacos cada vez más y más grandes… de hecho estamos, de la mano de grandes ciudades, destruyendo el planeta en el que vivimos.

Tampoco pretendo idealizar, no tendría sentido decir que la cueva es la alternativa. La alternativa siempre es el equilibrio, la medida oportuna. Pero sí doy hechos. Si volvemos a lo concreto:
· caminar y cierto trabajo físico es muy sano; frente a eso el uso del sofá o del sofá con ruedas (coche) viene acompañado de problemas de salud de todo tipo,
· cuidar una huerta y en general la vida tranquila es sano; frente a eso la vida en las ciudades es tremendamente estresante y perjudicial,
· el que conoce la naturaleza la valora, cuida y comprende; el que vive en el asfalto tiende a creerse independiente o peor, superior a ella,
· la autonomía alimentaria de las ciudades es de pocos días, la autonomía alimentaria de una granja puede considerarse ilimitada,
· en general si buscamos un ejemplo o un modelo que seguir es mucho más inteligente fijarse en un bosque o en un prado que en las ciudades en las que “vivimos”. Siempre será más sano y limpio el orden natural que la inventiva potencialmente destructiva de nuestra mente inquieta.

La única razón por la que las macrociudades no colapsan en sí mismas es porque muchas personas en realidad no realizan sus vidas en la ciudad ni se desplazan en coche, sino que viven en el barrio y se desplazan andando o en bicicleta. Dicho de otro modo, éstas ciudades funcionan en muchos sentidos como una malla de distritos o de zonas cohesionadas, casi diría como una serie de municipios menores muy cercanos entre sí pero que nunca dejan lugar a la naturaleza, salud, tranquilidad, silencio, etc. La macrociudad para las vidas reales de éstas personas de barrio es básicamente la imagen que tienen en sus respectivas mentes.

La preguntas lógicas que habría que plantearse serían:
· ¿a quién interesa que vivamos en megaciudades? a los comerciantes, a los intermediarios y a los manipuladores
· ¿por qué? porque vivir lejos de los lugares donde se producen los alimentos, la luz, la gasolina… hace de productores y consumidores dependientes de los intermediarios, de los comerciantes y de los manipuladores
· ¿y qué? pues que las personas dependientes son personas fáciles de manipular, son enormes masas que permiten que existan personas muy poderosas. Alguien que tiene un terreno mediante el que se alimenta es en principio ingobernable, e imposible de manipular; una sociedad de personas que se alimentan de su huerta es una sociedad indestructible.

Con toda nuestra ciencia, nuestra especialización y nuestra estupidez ilimitadas… vivimos sin darnos cuenta, hasta en los detalles más pequeños, de que solo luchamos contra nosotros mismos, luchamos contra gigantes.

José Antonio Santos Pérez 🙂  -ilustración de Gustave Doré-

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